DON SHEGUITO Y LA RUNAMULA.
De: Rixer Grandez Tananta

Cuenta don “Sheguito”, que
cuando vivía en su chacra en su humilde tambito ubicado cerca del pueblo de San
Alejandro, una noche de luna llena estaba regresando un poco “cashpadito” del
cumpleaños de su compadre Cóndor,
después de haber bailado duro con su comadre Filida, y otros vecinos de
la zona, arrepentido por haberle dejado a su mujercita haciéndole dormir e
ideando y engañando una historia por si se despertaría y no lo encontraba a su
costado como debería de ser, cuando de repente en media carretera
a pocos metros de él, oyó un ruido como si un caballo se acercara
rebuznando, este majadero, en un principio pensó que uno de los caballos de
algún vecino que se habría soltado, así que sin temor continuó su camino,
llevándose una gran sorpresa al levantar su cabeza, a pocos pasos vio de tras
un inmensa mula negra que llevaba a un jinete moreno, totalmente desnudo con
aspecto infernal y un gran látigo negro en su mano, esta mula botaba candela
por su trasero y una especie de humo por el hocico, don “Sheguito”, en ese
momento se acordó de las historias que le contaba su mamá y su abuela en las
noches de luna y otras más que contaban los viejitos en su natal Saposoa, su
cuerpo estaba erizado, congelado, con los ojos bien pelados y entre el susto y
la admiración tenia ganas de gritar, pues lo que había visto no era para menos, si hasta le quito la borrachera;
pero lo pensó en menos de un segundo y decidió quedarse en silencio, pues, si
el animal del demonio se percataba de su presencia otra hubiera sido la
historia, así que se oculto tras una maleza y arrodillándose se puso a rezar bola-bola,
ya que él, no estaba acostumbrado a hacerlo, repitiendo padre nuestros y aves
marías hasta quedar desmayado; por suerte o casualidad un grupo de vecinos que
también regresaban “machascas” de la fiesta lo encontraron en el suelo botando
espuma por la boca, ellos sin saber lo que le había pasado a este bailarín a
rítmico, rápidamente lo llevaron a su casa, donde se recupero lentamente y recién a los tres días del suceso pudo
contar lo que había visto, despertando la curiosidad de los que lo escucharon,
queriendo saber quién o quienes eran las “Runamulas” que salián a pasear por la
carretera en las noches de luna.